4.10.2012

V.


A Sofía le gustaba mucho navegar en los mares. Desde chica, siempre pensó que el mar sería un gran escape para cuando se sintiera sola, enojada o triste. Ella jamás pensó que el mar, a medida en que fue creciendo, se convirtió en su escondite secreto. De a esos, que en la infancia, jugabas a las escondidas y nadie podía encontrarte. Un día común y corriente , su abuela se encontraba en el puerto de Santa Isabel, eran las fiestas de fin de año y los puestecitos con arreglos florales, fuegos artificiales, pulseras, collares, tenían todo listo para los últimos minutos de fin de año. Entre tanto tumulto de gente, se podían ver las hermosas luces de la ciudad y como las caras de regocijo se veían en cada uno de los rostros que se encontraban presentes aquella noche. Sofía estaba en uno de los puestos de collares, pulseras y flores. Mientras estaba a punto de agarrar una rosa blanca, alguien la agarró al mismo tiempo que ella. Sergio, se llamaba.
Ella, algo tímida, soltó la rosa y se sonrojo un poco. El, pagando la rosa, la tomó y se la dio, tomó su mano y la besó. No pararon de hablar en toda la noche, y entre tanta palabra, y tanta risa, se pudo ver que claramente el destino tenía algo para ellos dos esa noche.
Una de las cosas que tuvieron en común era que a los dos les encantaba navegar. Sofía tenía un hermoso barco azul rey en el cuál ella navegaba, y había días en los que llevaba a Sergio a dar paseos en los días soleados, disfrutando el amor que se tenían entre sí. Un año después, se juraron amor eterno por siempre. No pudo haber pareja mas enamorada.
Años después, tuvieron hijos. Dos hijos, y una niña, a la cual llamaron Loana.  25 años después, hubo un evento inesperado, el cuál se cree que fue una de las causas principales por la cual Tobías a veces escuchaba a Loana llorar en las noches.  Se rumoraba que Sergio, por sus problemas en las casas de apuestas que había en esos tiempos, se había metido en un problema enorme con una pareja de hechiceros ya que no había querido pagar sus deudas debidas, y Sergio decidió que era momento de escapar. Y decidió que no había tiempo que perder. Hablo con su familia y se pusieron a guardar lo esencial,  sin darse cuenta de que los hechiceros sabían en donde vivían y esa misma noche irían por ellos a su casa. Los dos niños, asustadísimos, corrieron a su cuarto a guardar sus cosas, mientras que Loana no se podía despegar de su madre, así que la acompañó a su cuarto. Era aproximadamente medianoche cuando se escucho que alguien tocaba la puerta. Al principio, despacio, pero la intensidad fue subiendo poco a poco, y en poco tiempo, estos tiraron la puerta. La familia de Sergio y Sofía estaba aterrada, no sabían que hacer. Sus hijos lloraban sin cesar, no había escapatoria.
Rápidamente, Sofía tomó varias de las sábanas del cuarto en donde se encontraban, las enredo, y decidió que las usaría de cuerda para bajar por la ventana. Se oían gritos de la habitación de alado, al parecer eran de los dos pobres niños. Sofía, lloraba, pero no lo demostraba. Tenía que quedarse fuerte hasta el fin. Sergio, Loana y Sofía pudieron bajar por la ventana, y lo primero que se les vino a la mente fue el barco. Huir en el barco sería la mejor opción hasta el momento. Corrieron por sus vidas hasta el muelle, pero para su sorpresa, los hechiceros ya se encontraban ahí.
Los se podían ver a lo lejos, a unos metros del barco. Sofía no quería arriesgar a su hija a pasar por ahí. Prefería morir ella misma que poner a su hija en peligro. Entre búsqueda y búsqueda, pudo encontrar un escondite para Loana. Sofía iba a hacer una locura, y la cosa que mas le iba a doler en el mundo: Dejar a su hija completamente sola.
Le pidió que se quedará ahí hasta el amanecer, si era necesario. Que por ningún motivo podía salir. Loana no dejaba de llorar, pero aceptó. Sabía que su madre solamente quería lo mejor para ella. Sus padres se alejaban, mientras que Loana se escondía tratando de que no hubiera ni un rastro de ella. Sofía y Sergio sigilosamente se escabulleron hasta el barco, y sin que los hechiceros se dieran cuenta lograron irse.
En esos áridos días de septiembre, se rumoraba que no era buena idea andar a esas altas horas de la noche en la mar. La fortuna no los favoreció aquella noche, y las olas del mar estaban mas fuertes que nunca. Los dos sabían muy bien que esa noche, esa misma noche, sería su fin. En una de las veces en las que las olas golpearon el barco, los dos cayeron al suelo. Se quedaron ahí, y se abrazaron. Sergio tomó un pedazo de metal que estaba tirado en el piso y quiso poner algo en el barco para que se quedara marcado ahí. Te amaré por siempre en un pedazo de madera. Una ola enorme los tumbó el barco entero. Adiós.
Días después, Loana supo que no volvería a ver a sus padres jamás. Fue a vivir con su tía, Carmen, que vivía a unas cuadras de su casa. Pasaban los días, pasaban los meses. No se llego a saber nada ni de los cuerpos ni del barco. Todos los días Loana iba al puerto a ver si había rastros de ellos. Nada.
Un día, ya escondiéndose en el atardecer, Loana no podía creer lo que veía. Vio que un barco mas grande, de esos que recogían los restos de barcos rotos y desperdicios en el mar, traer un barco que era muy parecido al de su madre. Pidió que sí podía inspeccionarlo, y los vigilantes aceptaron. Entro al barco, y al ver que estaba casi destruido, ya los techos y pisos cayéndose, empezó a llorar.
Se sentó en el piso a ver su alrededor y justamente, enfrente de en donde estaba sentada, se podía ver lo que su padre había escrito para su madre. No lo podía creer. Salió del barco y hablo con los vigilantes, y tras días de haberlo peleado, finalmente pudo quedarse con los restos de el barco. Decidió que era momento de reconstruir. Con ayuda de unos cuantos amigos y compañeros, lograron reconstruirlo perfectamente, guardando por supuesto la parte que había encontrado grabada en aquel pedazo de madera.
Aquellos restos de madera después de unos meses, se convirtió en algo majestuoso. El más grande y hermoso barquito azul rey que alguien pudo haber visto en su vida. Después de lo que paso con su madre, Tobías en su infancia heredó el barco, más no iba a poder manejarlo hasta que fuera mayor de edad. Llego a su mayoría de edad, pero por falta de tiempo y complicaciones nunca había podido explorar ni navegar en el, hasta hoy. 

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