A Sofía le gustaba mucho navegar en los mares. Desde chica, siempre
pensó que el mar sería un gran escape para cuando se sintiera sola, enojada o
triste. Ella jamás pensó que el mar, a medida en que fue creciendo, se
convirtió en su escondite secreto. De a esos, que en la infancia, jugabas a las
escondidas y nadie podía encontrarte. Un día común y corriente , su abuela se
encontraba en el puerto de Santa Isabel, eran las fiestas de fin de año y los
puestecitos con arreglos florales, fuegos artificiales, pulseras, collares,
tenían todo listo para los últimos minutos de fin de año. Entre tanto tumulto
de gente, se podían ver las hermosas luces de la ciudad y como las caras de
regocijo se veían en cada uno de los rostros que se encontraban presentes
aquella noche. Sofía estaba en uno de los puestos de collares, pulseras y
flores. Mientras estaba a punto de agarrar una rosa blanca, alguien la agarró
al mismo tiempo que ella. Sergio, se llamaba.
Ella, algo tímida, soltó la rosa y se sonrojo un poco. El, pagando la
rosa, la tomó y se la dio, tomó su mano y la besó. No pararon de hablar en toda
la noche, y entre tanta palabra, y tanta risa, se pudo ver que claramente el
destino tenía algo para ellos dos esa noche.
Una de las cosas que tuvieron en común era que a los dos les encantaba
navegar. Sofía tenía un hermoso barco azul rey en el cuál ella navegaba, y
había días en los que llevaba a Sergio a dar paseos en los días soleados,
disfrutando el amor que se tenían entre sí. Un año después, se juraron amor
eterno por siempre. No pudo haber pareja mas enamorada.
Años después, tuvieron hijos. Dos hijos, y una niña, a la cual
llamaron Loana. 25 años después, hubo un
evento inesperado, el cuál se cree que fue una de las causas principales por la
cual Tobías a veces escuchaba a Loana llorar en las noches. Se rumoraba que Sergio, por sus problemas en
las casas de apuestas que había en esos tiempos, se había metido en un problema
enorme con una pareja de hechiceros ya que no había querido pagar sus deudas
debidas, y Sergio decidió que era momento de escapar. Y decidió que no había
tiempo que perder. Hablo con su familia y se pusieron a guardar lo
esencial, sin darse cuenta de que los
hechiceros sabían en donde vivían y esa misma noche irían por ellos a su casa.
Los dos niños, asustadísimos, corrieron a su cuarto a guardar sus cosas,
mientras que Loana no se podía despegar de su madre, así que la acompañó a su
cuarto. Era aproximadamente medianoche cuando se escucho que alguien tocaba la
puerta. Al principio, despacio, pero la intensidad fue subiendo poco a poco, y
en poco tiempo, estos tiraron la puerta. La familia de Sergio y Sofía estaba
aterrada, no sabían que hacer. Sus hijos lloraban sin cesar, no había
escapatoria.
Rápidamente, Sofía tomó varias de las sábanas del cuarto en donde se
encontraban, las enredo, y decidió que las usaría de cuerda para bajar por la
ventana. Se oían gritos de la habitación de alado, al parecer eran de los dos
pobres niños. Sofía, lloraba, pero no lo demostraba. Tenía que quedarse fuerte
hasta el fin. Sergio, Loana y Sofía pudieron bajar por la ventana, y lo primero
que se les vino a la mente fue el barco. Huir en el barco sería la mejor opción
hasta el momento. Corrieron por sus vidas hasta el muelle, pero para su
sorpresa, los hechiceros ya se encontraban ahí.
Los se podían ver a lo lejos, a unos metros del barco. Sofía no quería
arriesgar a su hija a pasar por ahí. Prefería morir ella misma que poner a su
hija en peligro. Entre búsqueda y búsqueda, pudo encontrar un escondite para
Loana. Sofía iba a hacer una locura, y la cosa que mas le iba a doler en el
mundo: Dejar a su hija completamente sola.
Le pidió que se quedará ahí hasta el amanecer, si era necesario. Que
por ningún motivo podía salir. Loana no dejaba de llorar, pero aceptó. Sabía
que su madre solamente quería lo mejor para ella. Sus padres se alejaban,
mientras que Loana se escondía tratando de que no hubiera ni un rastro de ella.
Sofía y Sergio sigilosamente se escabulleron hasta el barco, y sin que los
hechiceros se dieran cuenta lograron irse.
En esos áridos días de septiembre, se rumoraba que no era buena idea
andar a esas altas horas de la noche en la mar. La fortuna no los favoreció
aquella noche, y las olas del mar estaban mas fuertes que nunca. Los dos sabían
muy bien que esa noche, esa misma noche, sería su fin. En una de las veces en las
que las olas golpearon el barco, los dos cayeron al suelo. Se quedaron ahí, y
se abrazaron. Sergio tomó un pedazo de metal que estaba tirado en el piso y
quiso poner algo en el barco para que se quedara marcado ahí. Te amaré por siempre en un pedazo de
madera. Una ola enorme los tumbó el barco entero. Adiós.
Días después, Loana supo que no volvería a ver a sus padres jamás. Fue
a vivir con su tía, Carmen, que vivía a unas cuadras de su casa. Pasaban los
días, pasaban los meses. No se llego a saber nada ni de los cuerpos ni del
barco. Todos los días Loana iba al puerto a ver si había rastros de ellos.
Nada.
Un día, ya escondiéndose en el atardecer, Loana no podía creer lo que
veía. Vio que un barco mas grande, de esos que recogían los restos de barcos rotos
y desperdicios en el mar, traer un barco que era muy parecido al de su madre.
Pidió que sí podía inspeccionarlo, y los vigilantes aceptaron. Entro al barco,
y al ver que estaba casi destruido, ya los techos y pisos cayéndose, empezó a
llorar.
Se sentó en el piso a ver su alrededor y justamente, enfrente de en
donde estaba sentada, se podía ver lo que su padre había escrito para su madre.
No lo podía creer. Salió del barco y hablo con los vigilantes, y tras días de
haberlo peleado, finalmente pudo quedarse con los restos de el barco. Decidió
que era momento de reconstruir. Con ayuda de unos cuantos amigos y compañeros,
lograron reconstruirlo perfectamente, guardando por supuesto la parte que había
encontrado grabada en aquel pedazo de madera.
Aquellos restos de madera después de unos meses, se convirtió en algo
majestuoso. El más grande y hermoso barquito azul rey que alguien pudo haber
visto en su vida. Después de lo que paso con su madre, Tobías en su infancia
heredó el barco, más no iba a poder manejarlo hasta que fuera mayor de edad. Llego
a su mayoría de edad, pero por falta de tiempo y complicaciones nunca había
podido explorar ni navegar en el, hasta hoy.
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