Es triste cuando las tragedias acaban con las fantasías de los demás. Loana
había perdido un trato con la hechicera del pueblo en donde vivían, y a cambio
tuvo que darle su espíritu. Ariadna,
la hechicera que era conocida por guardar los corazones rotos y las almas en
desgracia de sus víctimas en pequeñas botellitas de cristal, había podido
esconder el espíritu de Loana en un lugar lejano, que nadie ha podido
encontrar. ¿Que pudo haber hecho? Si tuvo que haber dado su alma a cambio,
debió de haber sido por algo, no? Nadie realmente supo la verdad, unos meses
después de la tragedia la hechicera murió envenenada.
El cuerpo de Loana seguía en la tierra, mas este se veía y sin vida.
Ni una palabra, ni un suspiro. Ni un simple hola, ni adiós. Ni siquiera esos
besos de despedida que le daba en las noches antes de dormir, ese Te quiero que te gusta escuchar de vez
en cuando. Nada.
A Tobías no le quedaba en quien confiar, a quien contarle como le iba,
que pasaba con su vida, o el simple hecho de cómo se sentía. ¿Estaba solo? No.
En uno de los rincones mas importantes en el universo, si llegó a haber alguien
en su vida. Tomas Maximus,
jefe de el comité de los cambios de estaciones, a eso se dedicaba. Ah, y a ser
padre de un pequeño niño. El niño al que nadie recordaba. Al que, aún y cuando
ser el mas alto, parecía ser el mas invisible.
Persona trabajadora, querida por todos y cada uno de sus conocidos,
excepto por su hijo. Jamás lo veía, ni siquiera se preocupaba por el. Era
realmente como si Tobías no existiera.
Error, al parecer si estaba completamente solo.
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