4.10.2012

Y hasta ahí me quede.

Como notaran subi muchas entradas seguidas.
Es en un cuento en el que estoy trabajando en un cuento, la gran historia de Cleo y Tobías.
Esperemos y quede. Les dejo el adelanto.

IX.


La plática siguió y siguió. Pocas horas bastaron para llegar a conocerse bastante bien. Ya hasta había una que otra risa.
- Es increíble, de verdad no puedo creer que hayas podido vivir todo eso y sigues en tu recorrido alrededor del planeta.
Así es.
-Pero.. ¿en busca de qué?
No lo sé, aventura. Misterio, un hogar. Amor.. - Soltó una tenue risilla. - Lo que me depare el destino, eso busco.
-Tienes una bonita risa. Me encantaría conocer tu sonrisa algún día, sabes? - Dijo Tobías algo apenado.
-Ah mira, llegamos a nuestra nueva parada. Bajaremos aquí, y nos quedaremos nuestro primer mes aquí. Los climas son muy fríos y realmente no me gustaría arriesgarme ni a mi barco ni a mí. Después, iremos con un familiar mío. Es hermano de mi padre, el nos dará asilo por un rato. Así podríamos ir a ver la ciudad o cosas así.
Me parece perfecto.
Bajó Tobías del barco, pero llegando a tierra se detuvo.
- Espera. ¿Como voy a saber en donde estas?
Siempre estoy aquí, aún y cuando tu no me veas. En la brisa, en los árboles, en el movimiento de las hojas. Ahí estoy. No te preocupes.
Tobías siguió su camino. El paisaje era maravilloso. Los árboles eran casi tan altos como él. Las hojas, de todas las tonalidades que pudieras encontrar.
En la mochila que llevaba, pudo sacar unas cuantas cobijas que traía para consigo, y una pequeña almohada de tela hecha por su madre cuando estaba pequeño. Un pequeño tesoro de la infancia.
Es tan bonito. -Susurraba Cleo.
- Sí que lo es.
Después de tanto caminar, se pararon un rato. Tobías se recostó unas cuantas horas en un lugar que había encontrado cerca de la entrada principal de la primera ciudad a la que se dirigirían.
El viento se empezó a sentir cada vez más fuerte. Las hojas salían volando por doquier.
Sabes Tobías, me encanta esta época del año.
-¿Por qué?
La fuerza del viento me hace flotar en el aire. A veces, cuando me siento sola, es divertido volar y ver a todos y los siento en cierta manera inferiores a mi. En cierta manera es algo triste pero en fin. Un espíritu no tiene mucho que hacer en su tiempo libre.
Tobías rió.
-Oye, ¿tú no me dijiste que podías hacer a tu sombra mediante las hojas? ¿Que así, iba a poder verte?
Algo así.
-¿Y? ¿Por que no lo haces?-
Las hojas de otoño volaron por doquier. Los ruidos del bosque rechinaban en el piso y en el aire. Una silueta se empezó a formar enfrente de Tobías.
Era alta, un poco menos que él. Sus piernas eran flaquitas y largas. Sus pies estaban descalzos, ni siquiera tocaban el suelo. Sus manos eran finas, casi transparentes. Sus dedos eran largos, y muy delgados. Su rostro estaba muy distorsionado. Algo borroso. Casi solamente se podía ver su boca y sus ojos. Su boca era chiquita, su sonrisa era divina. Sus ojos eran de todo color. Cambiaban dependiendo el color de las hojas que usara. Ese día, los tenía verdes.
-Wow. - Miró Tobías sorprendido.
Hola. Me llamo Cleo y estoy hecha de hojas viejas y pétalos de rosa. - Dijo en un tono sarcástico, el cual a ella no le causaba la menor risa.
- Eres hermosa. - Dijo Tobías, sonriendo.
Algo apenada, sonrió.
Seguimos entonces?
- Ahm, si.. Lo siento, sigamos el viaje.
Tobías no podía dejar de mirarla. Le parecía sorprendente la forma en la cual el simple hecho de poder estar viendo a la brisa misma era sumamente imposible.
Hay algunas reglas que tenemos que seguir para que esto funcione. -Dijo Cleo, con una mirada seria.
- ¿...Esto es?
Ya sabes, el hecho de que puedas verme. Bueno, regla número uno. No puedo sentir nada. Tocar nada, ni una caricia, nada. El tacto desharía el balance que hay en mi silueta, y la echaría a perder. Segundo. Nadie puede saber de mi. Nadie. Ni que yo puedo hablar, y menos contigo. Tercero..
-¿Sí?
Tienes que prometerme que no habrá sentimientos aquí. Una sana amistad, nada mas y nada menos. No me conoces, y la verdad, yo no te conozco. No quiero herirte.
-¿Por que serías capaz de herirme?
No me puedo dar el lujo de andar enamorada. Es algo muy estúpido y realmente no quiero estar involucrada en eso. No me gusta estar involucrada en ese tipo de situaciones. Como si no hubiera sufrido lo suficiente. Tienes que prometerme eso, y si no.. no dejaré que me veas, jamás. Seré solamente la voz de tu sueño, la canción de cuna a media noche. Un recuerdo, y ya. - Pausó, y miro hacía el horizonte. - Son mis reglas de juego.
- El lujo de estar enamorada. Vaya forma de ver las cosas, Cleo. En fin, esta bien, tu ganas.
Gracias.. Enserio.
Tobías sonrió. 

VIII.


A la mañana siguiente, el sol alumbraba en todo su esplendor el azul rey del barco. Tobías, con suma pereza, se levanto y comenzó a arreglarse. Notó, que en la mesita de café que se encontraba casi a la entrada del barco, una tacita de té de manzanilla estaba humeante esperándolo. Había una nota a un lado.
Buenos días Señor Sol! Levántate y sonríe, nos espera un día largo.
Tobías sonrió, lo cual fue raro, ya que realmente pensó que seguía soñando.
Hola Tobías. ¿A donde iremos hoy?
-Ah, entonces no eres un sueño verdad?
Nope. Lo siento. Tendrás que lidiar conmigo el resto de tu viaje.
- Esta bien. - Hizo un gesto de desagrado. -Bueno, hoy tenía planeado ir a otra isla que esta cerca de aquí, mas realmente creo que tardaremos mas de lo esperado. Hay varios círculos de islas aquí, podemos ir a verlos si quieres. Ya sabes, buscar conchas de mar, ver los atardeceres, cantarle a la luna. Navegaré toda la noche, si se puede más,  para que lleguemos a tiempo. Después, iremos a unos cuantos bosques que están cerca de ahí, ya en ciudades un poco más habitadas. El día está muy bueno para navegar.
Me parece perfecto.
Siguieron su camino. A lo largo, tarde o temprano, alguien tenía que empezar alguna plática decente. Si no el viaje iba a ser mas largo de lo que ya iba a ser.
- Muy bien. Pues tú, Brisa..-
Me llamo Cleo.
- Bueno, Cleo.. Tú sabes de mi pasado, creo.. pero yo no se del tuyo. Cuéntame. De donde vienes, a donde vas. -Lo dijo en un tono medio burlón, tratando de que la tal brisa se hartara y lo dejara en paz. Era un chico de pocas palabras, y pocos amigos.
Ja, ja. Muy graciosito. Pues te diré.. es.. complicado. Tengo vagos recuerdos de donde vengo, no se a donde voy. A veces, en la noche, me llegan los recuerdos de mi madre. Su sonrisa, sus canciones de cuna, las veces que íbamos de paseo al parque. Otros días, me llegan los recuerdos de mi padre. De la primera vez que me llevo de pesca, o de aquél último beso de buenas noches. Sabes, es triste. Una mañana desperté, y me convertí en aire. Así, de la nada.
-¿Así como así?
Sí. -Dijo en un tono triste.- De un día para otro, pasé a ser un espíritu volando en el aire. Partículas de voz, cantando canciones de cuna a la luz de la luna. Mis padres se fueron olvidando de mí al paso de los días. Para cuando mis ojos soltaron las primeras lágrimas, ellos ya estaban muertos. Así, de la nada. Sigo sin creerlo, ¿sabes? Como de la nada, solamente vivo de pétalos de rosa y canciones de cuna.
-Vaya. - Tobías estaba sumamente sorprendido.
Sip. Por eso te entiendo, cuando dices que estas solo, o que nadie te entiende. Así estoy yo.
-Es.. increíble. Y... ¿Por qué no puedo verte?
Necesito algo con que hacer mis sombras. Casi siempre uso hojas de los arboles, o pétalos de flores. Con la brisa, formo figuras en el aire.
-Sería mas interesante verte a los ojos en vez de estarle hablando a la nada.
No soy la nada. Soy.. un algo. -Dijo en un tono serio.
-No quise ofenderte.
Es igual. Tal vez algún día puedas verme.
-Algún día será. 

VII.


De un minuto a otro, se hizo de noche. Las estrellas alumbraron el cielo, la brisa se hacía cada vez mas fuerte.
Decidió, por un rato, amarrar su bote a la orilla de una de las primeras islas que llego a visitar. Esta, en vez de arboles, tenía palmeras. La arena era blanca como la nieve, hasta se veía como si brillara de noche. Las olas eran semi-transparentes,
Al tratar de dormir, ya como a la media noche, un susurro se escuchaba en la brisa. algo dulce, suave, tenue. La voz de un hombre, no era. La voz de una mujer, probablemente. Parecía como si cantara algo. Su voz, por mas bajita que se escuchara, lo arrullaba.
Despierta Tobías. Por favor, despierta.
-¿Que quieres? ¿Que no ves que trato de dormir? Si de por si es tan difícil para mi.- Un momento después, Tobías cayó en cuenta de que se encontraba hablando solo. -¿Que demonios?- exclamó.
Una luz se veía reflejada en una de las ventanas del barco. Tobías decidió que debería de ir a ver que pasaba. Salió, y la brisa se sentía aún mas fuerte.
Hola.
-¿Quien eres? Tonterías, de seguro el sueño ya me esta afectando. Debería de ir a dormir. - 
No te vayas. Ven.
-¿Quien eres?
La brisa. Me llamo Cleo.
-¿La brisa? Que demon.. ¿Como que la brisa? Eso no se puede.
Todo se puede, si crees en el.
-¿Y que necesitas de mi?- Tobías empezó a sentir curiosidad por esta llamada brisa.
Se de tu pasado. Se de donde vienes, y a donde vas. Quiero ayudarte.
-¿Por que? Nadie nunca ha querido estar conmigo, ni siquiera ser mi amigo. - Bajó la mirada. - ¿Por que he de creerte?
Conocí a tu abuela, Sofía. Y a tu abuelo, Sergio. Solían ser amigos míos. Antes de aquel incidente. El caso es que, supe en donde estaba Loana, y vi como fue creciendo con el paso del tiempo. Supe lo que paso, y supe que estabas solo. Se que estar solo no es fácil, te entiendo. El nadar por los mares, tierras lejanas, mundos desconocidos, sin nadie a mi lado es un algo triste. Me enteré de que harías este viaje, este largo viaje, y pensé que.. tu sabes.. querrías algo de compañía.
Tobías se quedó pensante por un momento.
-Si tu sabes todo eso, por que es que yo no se nada de ti?
Eso será después. En fin, que dices? Puedo acompañarte?  
- ¿Por que no? Digo, no pierdo nada.
Se escucho una risilla quisquillosa en el aire.
Gracias Tobías.
- ¿Puedo volver a dormir? Se puede decir que ya casi va a amanecer y no he dormido tanto que digamos esta noche. En un rato te veo aquí afuera, te parece?
Buenas noches. 

VI.


Quien lo diría. La gran historia de Tobías... Tobías y… Solamente Tobías. Se sentía muy triste al saber que no había nadie que lo acompañara. Su padre ni siquiera parecía importarle su existencia, su madre aunque seguía viva pareciera como si estuviera muerta, sin hermanos, ni amigos. Completamente solo.
En esas noches de insomnio, en donde la luna nueva estaba en todo su esplendor y las luces de las estrellas brillaban sin cesar, se ponía a pensar y les preguntaba a las estrellas: Como combaten ustedes a la tristeza? Como combaten ustedes a la angustia?
Y en esas noches de insomnio eran en las que el ni siquiera dormía. Con la estatura que tenía, eran contadas las noches en las que el realmente podía decir que había dormido bien. Apenas sentado podía caber en el pequeño cuarto en donde vivía con su madre cuando era mas joven. Sus párpados casi siempre estaban caídos del sueño, y su rostro, tallado en corteza de árbol, hacía resaltar sus ojos color miel.
El sabía que pronto ese tipo de cosas cambiarían. Sabía que la vida no iba a ser tan cruel con el siempre. Sabía que en algún rincón del mundo, iba a poder encontrar a alguien que lo llamará amigo. Mi gran amigo, Tobías.
El viaje empezaba. No podía haberse sentido mas feliz. El día estaba soleado, nada de lluvias, ni nubes. La marea estaba perfecta, y la brisa también.
Alzó las velas del barco, y prendió los motores. Empezaba a navegar. Salió a toda maquina. Entraba a mar abierto.
La inmensidad de aquel hermoso mar azul era increíble. Era como un cuento de nunca acabar. Tobías no podía creer que algo tan inmenso podría ser tan hermoso y perfecto. El agua era cristalina, de un tono azul que impactaba a quien lo viera. 
Llevo consigo una pequeña radio que tenía guardada en los rincones de su casa. Sus gustos de música eran muy cerrados, casi nada mas escuchaba jazz o r&b, que era lo que mas le gustaba. También cargaba consigo una pequeña maleta, llena de cosas por si tenía que llegar a algún lado a dormir.
Al son de la brisa, iba en marcha.