El alma, desolada, ahogada de soledad, se fue deshaciendo y se partió a la mitad, dejando que una de las mitades de quedara enterrada en la tierra, mientras que la otra seguía viajando por ahí, cada vez mas debíl, cada vez mas frágil.
Mi historía tiene algo que ver con eso, no mucho, pero sí.
Me di cuenta que no puedes basar todo en finales felices, que en la vida existe no solo el amor. Esta el tiempo, la paciencia, y a veces la forma en la que el destino y las cosas cambian de un segundo a otro.
Desde chico, mis padres me inculcaron que los finales felices existían para todos, sin excepción. Siempre lo creí. De pequeño siempre le llevaba floresitas cortadas del jardín a las niñas de la primaria. Ha, lindo no?
Siempre pensé que podría tal vez encontrar mi otra mitad, mi otro yo. Tal vez sí, tal vez no.
A medida de que fui creciendo, me pude dar cuenta de uqe no todo eran floresitas, que tenías que hacer algo mas que solo dar una floresita para poder decirle a alguien algo tan especial como un te quiero.
Nos conocimos en un baile. Un día como cualquier otro para mí, para ti no tanto porque era tu cumpleaños, un día importante para tí.
Eras diferente. No eras como la mayoría de las niñas que yo veía por ahí. Las otras sonreían de una forma diferente a la tuya. Eras muy cerrada, desde a distancia se veía que no compartías tus sentimientos tan facilmente.
Acepté el reto. Te invité a bailar. Que perdía? Digo, no tendría que pasar nada necesariamente, no?
Pues resulto que sí, si me paso algo esa noche.
Tenías ese no se que. No nos parecíamos en nada, mas era increíble como me sentía tan bien cuando estaba contigo. Al menos, ahí yo era el que sonreía.
Me enamoré de tí. La necesidad de hablarte, de verte, de abrazarte me ahogaba hasta el cuello. Era increíble que realmente, todo el tiempo estaba pensando en tí.
Que era esto? Ese sentimiento tan extraño que te hacía relajarte, sentirte feliz contigo mismo. Sentirte feliz después de todo. No sentirte solo.
Algo cambiaba. Pasaron las horas, los días, y los meses. Sí, me enamoré de tí.
Después de tantas lunas llenas, me dí cuenta que algo cambiaba.
Ya no me hablabas igual, ya no hablabamos igual. Era como si otra persona estuviera hablando conmigo. Te extrañaba.
Me dijiste que ya no. Ya no querías esto, solo querías preocuparte por los deberes. Es increíble.
Después de eso, salí a la terraza de mi casa con mi guitarra en la mano y empezé a componer música.
Ni si quiera era música. Era tan solo una mezcla de palabras y sonidos que tenían ritmo, pero no.
Ahora, todo el tiempo estaba triste.
Era increíble como en el pasillo nisiquiera me reconocías. En las noches, el como abría mi ventana, apagaba las luces de mi cuarto y todas las luces de la ciudad veían. Nota, tras nota, tras nota, era como sí la vista se me aclarara, como sí de la nada abriera los ojos y me diera cuenta de la realidad. La realidad que yo no veía, la realidad que realmente era la verdadera.
Sí, si llegaste a quererme. Simplemente no me lo demostrabas. Yo se, se lo que se siente eso. Se lo que es tener miedo, miedo al amor, miedo a que una persona te decepcione, a que te rompan el corazón, a estar solo. Sí, si conosco eso.
Y me doy cuenta, que a pesar de todo, no me arrepiento de nada.
La vida sigue andando, y yo también.
Me doy cuenta que a pesar de que perdí algo que realmente quería, gané otras cosas.
Gane paciencia, gane amistades. Incluso conocí a una sombra. Una sombra que cuando estas triste, te regala sonrisas. Es un espiritú que vive en los rincones de la soledad, es muy amable y feliz. Me alegra haberlo conocido.
Sí, dicen que el amor mancha, y ya me ensucié pero realmente, no me arrepiento de nada.
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