10.09.2011

Hoy me mordio un cocodrilo (Mejorado)


Segunda opción para el concurso! Opinen


Muy a menudo, en especial en los fines de semana, me duermo a tardías horas de la noche. No se por que. Los sueños se van, y el insomnio llega para quedarse. Es como un mosquito venenoso, que no deja de molestar. Son las tres y medía de la madrugada. Estoy recostada en mi cama. Mi ventana esta abierta, se oíe respirar a la ciudad. Se escucha el sonido de los coches pasar. Las sombras de las luces alumbran la ciudad. Este conjunto de cosas y sonidos que normalmente nadie toma como algo importante, a mi me arrullan. Me calman. De cierta forma, el estres desaparecé, y queda solamente una copa vacía, y mi querida amiga soledad acompañandome. 
El único sueño que llego a recordar, se remonta tiempo atrás, cuando antes se acostumbraba ser mas unido con los familiares, llevarse bien con todos, la buena comunicación era escencial. Salir todos los fines de semana, conocer lugares nuevos, etc. Un recuerdo de la infancia, a mis cinco o seis años aproximadamente. Me acuerdo perfectamente, me había roto un brazo haciendo travesuras con mis primos. Fue una semana interminable, y mi padre para hacerme sentir mejor, decidió que el fin de semana de la semana entrante me llevaría al zoológico.
Ibamos mi padre, mi hermano, y yo. A mis tres años de edad mi madre partío al cielo, y nos dejo a nosotros aquí en la tierra. Todos los días pedía que los ángeles la estuvieran cuidando; que en el cielo, no dejará de bailar y cantar de alegría, ya que había llegado al paraíso. Llegué a extrañarla mucho, a necesitarla en mis momentos mas díficiles, pero no podía hacer nada al respecto.
Ah, como me gustaba esa edad. En ese momento de la infancía, lo único que realmente había llegado a preocuparme era dormir, comer, jugar a las muñecas, y tener cuidado en que mi cajita de crayolas no se me cayera. Nada más. Y ahora? Ha, como podrían faltar los problemas personales, los problemas de las relaciones, los corazónes rotos, heridas, decepciones, aprendiendo a vivir a lo que llamamos vida. Preocuparte por quien confias, con quien sales, a donde vienes, a donde vas.
Llego el tan esperado sabado en la mañana. Finalmente, después de una semana larguísima, iríamos al zoológico. Estaba muy emocionada. Todo era más grande de lo que recordaba. Los juegos infántiles eran inmensos, casí parecían castillos.
El lugar estaba vacío, por algúna extraña razón. Los animales merodeaban como por sin ningún lado, y curiosamente eramos los únicos seres humanos ahí. La escena estaba medio borrosa, medio nublada. Recuerdo que ví un columpio azul, y fue el que mas me llamó la atención. Me subí, y columpíe tan alto como pude. Volé muy alto, tanto que se sintió como si hubiera subido a la luna y de regreso.
Al caminar por el lugar, notamos que los animales se nos acercaban. Se nos quedaron viendo de una forma muy extraña, mas no le tomamos importancia. Hacíamos como si no pasará nada, mi padre nos decía que no los viéramos a los ojos para que no se nos acercaran más.  
Al llegar a la mitad del zoológico encontramos un jeep abandonado en medio de la nada. Para acabar de ver el zoológico, decidimos agarrar el jeep e irnos a ver el habitat de animales salvajes. Hubo zebras, girafas, leones, tigres, de todos los tamaños, de todo.
Después de un rato, nos bajamos del jeep y empezamos a caminar hasta llegar a un inmenso río que estaba cerca de ahí. Había arboles, hierbas, flores, de todo. Mi padre y mi hermano se fueron a explorar y se alejaron, mientras yo me quede a unos metros del jeep, debajo de un árbol. Era lindo como podía sentir la brisa en mis brazos y en mis piernas, y el movimiento del césped que me hacía cosquillas.  
Una mariposa voló a un lado mío. Era hermosa, aunque algo extraña. Completamente negra, con unas rayitas delicadas de color plateado.  Volaba dando vueltas a mi alrededor, era tan hermosa que no pude dejar de verla, me paré del suelo y la seguí. Para cuando me di cuenta, ya no veía ni a mi hermano ni a mi padre.
Seguí a la mariposa hasta la orilla del río. El nunca me había dejado acercarme al agua.   Siempre decía que nadar en aguas del zoológico sería peligroso, en especial si hay animales, ya que podrían salir por debajo del agua. Probablemente, yo creo que era mas porque me podría llegar a hundir o algo por el estilo. Una de mis tías me contó que uno de los hermanos de mi padre murieron ahogados cuando eran chicos. Yo creo que probablemente esa era la razón por la que no quería que me acercara al agua. No me importó.
Al acercarme cada vez mas al agua, vi algo brotando de ella. El ambiente se volvió funebre y oscuro.  Se escondía entre las ramas, y se movía muy lentamente, acercandosé a mí. Tenía unas escamas con diferentes tonos de verdes, unos oscuros, otros fosforescentes, casi segadores. Sus ojos eran negros, completamente negros. No tenía alma, solo era una masa sin espíritu vagando por la oscuridad de las aguas.
Fijó su mirada en mi. Se fue acercando cada vez mas. Traté de hacerme para atras, pero realmente no podía dejar de mirarle los ojos. A los cinco años de edad todo te da curiosidad. La inocencia te gana, y piensas que todas las cosas del mundo son buenas, que todo esta a tu favor, y que nadie te hará daño.
Me descuide un momento, y me caí. No me dejaba de mirar, y se fue acercando cada vez más. Cerré los ojos. Sentí un dolor insoportable en mi brazo. Empeze a gritar. Empezó a llover. Una extraña mancha gigante brotaba de mi brazo. No se que era, no supe si era sangre, o no. Jamás había sentido un dolor tan horrible en mi vida. Me acosté en el piso. Grite por ayuda. Nadie respondió. Suspiré. Era momento de despertar.  

10.08.2011

Un deseo suicida (Mejorado)


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Un deseo suicida.
Desde días atrás tuve el presentimiento que algo malo iba a pasar. Has tenido ese sentimiento? De esos días en los que la fe se consumé, y la desesperación hierve dentro de tí. Que, al caminar por la calle, te das cuenta de como todos simulan ser mas felices que tu. Que todos viven su vida al máximo, haciendo lo que les gusta, pasando tiempo con sus seres queridos. Y tu? Nada. Cada día te levantas pensando que estas haciendo aquí, viviendo el melodrama de toda chica de 17 años. El día a día se te hace eterno, y deseas, con todas tus fuerzas, que llegue el final eterno en el que el sol amanezca pero que tu no tengas que despertar.
Hoy tuvimos una fiesta en donde celebramos que mi papá finalmente, después de varios años de arduo trabajo y dedicación, pudo abrir sus nuevas oficinas para su negocio, el cuál lo tiene desde que era jovén. Gente del trabajo, familia, amigos, trabajadores. Todos iban a estar ahí. De lo mas formal posible, nadie podía faltar. Iba a ser como esos bailes que hacían tiempos atras, en donde la realeza se juntaba y se burlaba de la sociedad. Yo no me imaginaba en algo así. Me imaginaba probablemente como una de las sirvientas de aquellos bailes, los cuáles vivían a la sombra de los demás, y se escondían en la soledad después de haber trabajado hasta el amanecer.
Son las ocho de la mañana, Las luces de mi cuarto estan apagadas, y de mi ventana solamente se ve una pequeña linea de luz en la avertura de la cortina. De repente, hay un destello de luz enorme que llena la habitación. Gritos de mi madre, gritos de mi padre, que gran manera de empezar el día. Es tan tarde, todos van a estar esperandonos. Eres una tona, por tu culpa vamos a llegar tarde a la inauguración. Gracias, eh? Era lo único que podía escuchar de mi mamá. Solamente estaba ahí, parada. Sonriendo.
La bañera creo yo, fue el lugar mas tranquilo que pude encontrar en mi casa. Era el único lugar en donde me podía quedar totalmente sola, en donde nadie pudiera molestarme y en donde podría tener almenos un poco de paz. Entre el vapor del agua caliente y mis lágrimas heladas, parecían como si cubitos de hielo bajaran por mi cara y cuando caían, se oía como se rompían en pequeños pedazitos de cristal. Me senté en el piso, y el agua caía por todo mi cuerpo. Se sentía como agua acida, logrando desintegrarme.
Llegamos, y mi mamá tenía razon, mucha gente ya había llegado.Gracias al cielo, mis sobrinitos habían llegado. Son dos soles que alegrában mi vida. Tan jóvenes, tan sinceros, tan inocentes. Extraño eso. El tiempo en donde no te tenías que preocupar por reprobar aquel examén de matemáticas, en donde no te preocupabas ni por seguridad, ni por malas influencias, decepciones, amoríos que no pudieron ser. El único problema que se tenía en esa época que colores ibas a usar para pintar tu librito para colorear, o simplemente, cuando iba a ser la hora de dormir.
Jugue con mis sobrinos, abracé a la abuela. Ya la extrañaba. Les enseñe a todos los cuadros que había hecho para las oficinas. Siete cuadros de diferentes tamaños fueron colocados en cada una de las habitaciónes. Unos grandes, unos pequeños. La mayoría quedó maravillada. Siguiendo en la velada, casí me resvalo por las escaleras ya que era la primera vez que usaba zapatos altos, ya como una señorita. Inclusó en ese momento, seguí sonriendo, fingiendo que no pasaba nada.
Estaba anocheciendo, y el clima se volvía cada vez mas frío. La gente empezaba a irse, el lugar empezaba a verse vacío, y yo también. Mi sonrisa empezó a desvanecerse.
Ya en la noche, mis padres y la gente que quedaba de la fiesta se metieron a las oficinas porque el clima se había vuelto demasiado frio para ellos. Me quedé afuera, en la terraza, viendo a la luna nueva salir. Era hermosa. La velada estaba perfecta. Inmóvil. Callada. Sola.
Llamé a mi mejor amiga. Me había mandado un mensaje mas temprano diciendo que había tenido un día horrible, y no se lo había podido contestar hasta desocuparme. Quería hacerla sonreír, aunque fuera un rato.
Al hablar con ella, me iba acercando cada vez un poco mas a la terraza, fijando mi vista para abajo.
- Sabes, la vista de aquí esta muy linda Seguía riendose, evitando el tema.
- Sabes, si yo planeará saltar en este preciso momento, que pasaría?
Se quedó callada, y un silencio incómodo se presentó.
-Bueno, pienso que mucha gente estaría triste. Incluyendome. No se que sería mi vida sin ti.
- Es bueno saber eso. Lo dije sin pensar. Me tengo que ir. Te quiero, no me olvides.
Colgué. Me subí al barandal que tenía la terraza. Sabía que lo que iba a hacer no tenía marcha atrás. No me importó.